Azacarias que anda bastante desocupado, asistió el otro día a una clase de Derecho Constitucional en una Facultad de Derecho de una antigua ciudad en un viejo cobertizo modernizado.
En ese caserón repleto de historias e incluso de leyendas y en el que el gato Pedro guarda los secretos de capa y espada y noches de tropas francesas acuarteladas, un profesor y su alumno más veterano, jubilado curtido en mil batallas, coincidan en que todo se puede cambiar, en que no hay que aceptar la actual situación como inamovible y que se puede que luchar por cambiar y mejorar.
Muchos de los jóvenes alumnos asistentes pensaban lo contrario, pensaban que no se puede cambiar nada.
Azacarias quedó confuso, pensó: Debo hacermelo mirar.
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